Semanario FIDES

EL DECANO DE LA PRENSA NACIONAL

Ambiente, poder y dinero

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Diálogo “Fe y Razón”
Ambiente, poder y dinero
LAUDATO SI/6
Carlos Eduardo  
Diácono
carloseduardiacono@gmail.com
En los esfuerzos de la humanidad por restablecer un relación armoniosa de sus comunidades con el ambiente, se debe contar con la política, pues hay que adoptar decisiones internacionales y nacionales sobre el patrimonio común, y con la economía, pues los sistemas extractivos, productivos y financieros tiene un peso decisivo en lo que se haga o se deje de hacer.
El Papa Francisco analiza en su encíclica sobre el cuidado de la casa común estos factores, proponiendo la necesidad de diálogos francos sobre el ambiente, en primer lugar, en el plano internacional. Porque hoy en día nadie discute que la repercusión de los fenómenos ambientales supera siempre las escalas locales y llegan a ser interregionales y hasta mundiales; porque se está consciente de que las fronteras políticas de los estados no corresponden a la tenues fronteras entre los diversos nichos ecológicos y por los comprobados efectos nocivos generados por malas prácticas, la comunidad mundial ha realizado numerosos foros en busca de coincidencias conceptuales, acuerdos jurídicos y protocolos vinculantes para un manejo responsable del ambiente y los recursos planetarios. Por lo general, no se ha pasado de las grandes declaraciones,  con la adhesión, es cierto, de la mayoría de los países a los compromisos fundamentales, pero sin el concursos de los países con mayor responsabilidad en prácticas contaminantes y en el agotamiento de recursos.
La recuperación parcial de la capa de ozono, los esfuerzos de mitigación de riesgos, la enseñanza generalizada de la ecología, la búsqueda de fuentes de energía limpia, la ampliación de procesos de reutilización y reciclado, la limpieza de ríos tradicionalmente contaminados y procesos exitosos de reforestación y protección a la biodiversidad, aunque lentos e insuficientes por la mencionada falta de adhesión y compromiso, son signos positivos de que sí es posible un esfuerzo internacional efectivo. No obstante, persiste la debilidad de los organismos internacionales llamados a actuar, frente al poder político y la rentabilidad económica de muchas prácticas ecológicamente nocivas. El Papa indica que en el plano internacional se da también la paradoja de que países menos responsables sufren a veces las peores consecuencias.
La Encíclica pide también diálogo y acción en materia ambiental a nivel nacional y local. Esto es lo que se debe hacer en Honduras, sus regiones y sus municipios. En el Decreto No. 286-2009, contentivo de la Ley de Visión de País y Plan de Nación, encontramos el objetivo tercero: “Una Honduras productiva, generadora de oportunidades y empleo, que aprovecha de manera sostenible sus recursos y reduce la vulnerabilidad ambiental”. No cabe duda que, como Estado, tenemos una recta conciencia del deber. Pero, ¿corresponde la práctica concreta con tal aspiración nacional? Parece ser que aún nos falta mucho por hacer, cuando una lluvia tormentosa en pocas horas provoca inundación o derrumbe, cuando una sequía largamente anunciada acrecienta la precariedad de los pobladores de nuestros corredores secos, o cuando una residencial entera se derrumba ladera abajo evidenciando la codicia de unos y la complicidad de otros. Tal parece que el afán de la rentabilidad máxima a cualquier precio, junto con una política en donde la finalidad es la retención del poder a costa del bien común, se han asociado para lograr efectos contrarios a la visión de país, convirtiendo en pesadilla los sueños legítimos de la comunidad nacional.
Volvemos a lo mismo: se requiere diálogo, compromiso, transparencia, búsqueda de la plenitud humana y, en definitiva, cumplimiento de obligaciones ante Dios y ante los conciudadanos.

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Esta entrada fue publicada el 7 agosto 2015 por en Diálogos Fe y Razón, Punto de Vista.